Las preocupaciones del mundo

El gran peligro de una comunidad son "las preocupaciones del mundo y las seducciones de las riquezas". Necesita continuamente una palabra ardiente e "inspiradora" que le recuerde, haga renacer la esperanza y reavive el deseo de caminar a contracorriente de la sociedad.
Los responsables de las comunidades deben anunciar continuamente la visión y recordar a sus miembros la llamada de Dios. Desde la mañana a la noche, hay  que recordarlo con palabras de entusiasmo y amor. Porque si no, enseguida lo olvidaremos y adaptaremos la forma de hacer del mundo: buscaremos seguridades, nos alejaremos de las Bienaventuranzas y rechazaremos perdonar a los enemigos.
En muchos monasterios, el abad o abadesa comenta cada mañana un pasaje de la Regla, y muestra su aplicación en la vida cotidiana. Un monje me decía recientemente que ese comentario era esencial: "¿Cómo podríamos -me decía- permanecer unidos y amarnos sin eso?".


 

Jean Vanier, La Comunidad, p 191.

 

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