Existe siempre un peligro, como consecuencia de la necesidad de seguridad, de planificar una comunidad desde su comienzo, con todo lujo de detalles en lo que respecta a su vida, su organización y si espiritualidad. Son las ideas las que preceden entonces a la vida y la gobiernan. Pero el Espíritu Santo no siempre actúa de esa manera. Una comunidad que nace debe, ante todo, vivir. La vida tiene que preceder a los escritos y a las estructuras. La comunidad crece, profundiza, y evoluciona con el tiempo, bajo la inspiración del Espíritu Santo, evidentemente en una dirección y según unos principios claros que son los de su fundación; pero todo no debe ser planificado de antemano. Hay que distinguir lo accidental de lo esencial. Cuando las personas entran en una comunidad, tienen una palabra que decir sobre su desarrollo; aportan sus puntos de vista y sus inspiraciones.
Jean Vanier , La Comunidad, P 122
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