Nuestra sociedad acentúa nuestra necesidad de independencia y de autonomía mediante la competitividad y la fuerza, y esto constituye un verdadero peligro: el de hacernos olvidar que cada uno de nosotros somos ante todo un ser de relaciones, llamado a abrirse a los demás, a servirles. Cada uno está llamado a ser responsable de la creación de un mundo en el que haya fundamentalmente solidaridad y amistad. El repliegue sobre uno mismo conduce a una asfixia del corazón, de todas las energías de amor, a una indiferencia con respecto a los otros que genera grandes desigualdades entre fuertes y débiles. Esto provoca envidias, odios, guerras y muerte.
Jean Vanier , Amar hasta el extremo, P 81
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