Hace algunos años acogimos a Pierre, un hombre que tenía un comportamiento imposible cuando llegó, con reacciones temperamentales. No quería comunicarse, estaba encerrado en sí mismo. Descubrimos que tenía hongos en los pies. El doctor le prescribió un tratamiento y pidió a los responsables del hogar que le lavaran los pies tres veces al día. A partir del momento en que le tocamos los pies con ternura y competencia, Pierre comenzó a abrirse, a comunicarse con paz y a cambiar de actitud. ¡Lavar los pies a alguien no es un gesto superficial!
Jean Vanier , Amar hasta el extremo, p 110
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