El débil comunica una presencia. En mi comunidad hemos acogido a Antonio, que tiene veinticinco años; su cuerpo es pequeño y está herido, completamente retorcido. No puede ni andar, ni hablar, ni comer solo. Físicamente es débil y corre el peligro de no vivir mucho tiempo. Constantemente está con oxígeno. Pero, al mismo tiempo, Antonio es un rayo de sol. Cuando uno se acerca a él y le llama por su nombre, sus ojos brillan de confianza y su rostro estalla en una sonrisa. Es tan guapo. Su pequeñez, su confianza y su belleza atraen los corazones. Se tienen ganas de estar con él. El pobre molesta pero también despierta el corazón.
Jean Vanier, Cada persona es una historia sagrada, P 212
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