Ser fecundo, dar fruto, es dar vida a otro ser humano. Es una relación de ser vivo a ser vivo. No se posee a aquel a quien se da la vida. Por el contrario, se le proporciona un espacio para vivir, se le da la libertad. Es maravilloso ser fecundo, pero es también un riesgo. No se puede hacer lo que uno quiera con su hijo. La situación puede llegar a ser dramática cuando los padres quieren programar y controlar toda la vida de su hijo. La fecundidad supone que se acepta entrar en la gran cadena de la vida que une a los seres humanos, en su historia. La vida es un descubrimiento continuo y nos hace descubrir, con un asombro siempre renovado, los secretos de Dios (...). El misterio de Dios se revela a través del amor. Una educación demasiado porgramada está fundamentada sobre el miedo; la fecundidad lo está sobre la confianza en la vida y en la fuente de la vida.
Jean Vanier, Hombre y mujer los creó, P 200
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