Cuando veo a un hombre fuerte que es eficaz y que es capaz, al volver a su casa, de ponerse en cuatro patas para jugar con sus hijos, de reír con ellos, haciéndose un niño con ellos, me digo que este padre es humano, profundamente humano. No mira a sus hijos desde lo alto de un pedestal de autoridad y de saber. Se deja llevar por su pequeñez.
Jean Vanier, Cada persona es una historia sagrada, P 206
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