Cuando en 1981 fui a vivir a la Forestiere, un hogar con diez personas con una deficiencia muy profunda, me extrañó la primera vez que vi a evelyn tirarse de su silla de ruedas. Evelyn está profundamente disminuida, no habla, no controla mucho su cuerpo. Sólo le funciona bien una de sus manos. Iba a ayudarle a colocarse en su silla pero Marcelle, una asistente, me detuvo. Se enfadó con Evelyn diciéndole que lo que había hecho era intolerable; le exigió que se volviera a su silla. Hubo una confrontación. Evelyn esperaba a ver qué pasaba. Después, sintiendo la insistencia de Marcella, avanzó hacia su silla e intentó subirse a ella. Hizo un esfuerzo enorme. Fue únicamente entonces cuando Marcelle intervino para ayudarle a sentarse. Para muchas personas con una deficiencia es mucho más fácil dejar a los demás que hagan todo en su lugar que esforzarse por ellas mismas.
Finalmente, es la propia persona, en su secreta libertad, la que debe decir "sí" al crecimiento y al esfuerzo que ello supone.
Jean Vanier, Hombre y Mujer los creó, p 47
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