Bautismo en la prisión

Una amiga me relató algo que ocurrió hace algún tiempo en una prisión de máxima seguridad. El capellán y su esposa quisieron que su hijo fuera bautizado en la prisión. Después de la ceremonia, la madre permaneció con el pequeño en sus brazos y los presos estaban sentados a su alrededor. Uno de ellos, que estaba a su lado, le preguntó  si podía tomar al bebé en sus brazos; lo tomó con mucha ternura, lo vio a los ojos y le sonrió. El bebé respondió con una sonrisa y ¡el preso rompió en llanto!

Un bebé es tan pequeño, tan frágil; su cuerpo y todo su ser provoca ternura. Nadie tiene miedo de un pequeño niño. El niño tiene un poder "mágico"; su mirada, su sonrisa, sus ojos, su fragilidad, su confianza, su pureza y su inocencia parecen tener el poder de llegar a la profundidad de nuestro corazón adulto. Atraviesa los muros que hemos levantado alrededor de nuestros corazones para defendernos, protegernos y demostrar que somos autónomos, capaces y fuertes. El niño saca al niño escondido en nuestro interior.

 

Carta de Jean Vanier, Diciembre 2010

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