Dios se hace carne; se hace pequeño para enseñarnos a amar y estar abiertos a quienes sufren y están en dificultad. Dios está aquí en nuestro mundo pero espera en silencio a que nosotros vayamos hacia Él.
El libro del Apocalipsis dice que el Señor toca a la puerta. Si alguien escucha y abre la puerta, Él entrará para comer a su mesa. En el contexto bíblico, comer con alguien significa volverse su amigo. Dios quiere que seamos sus amigos. Sin embargo, no existe ni el amor ni la amistad sin libertad. Si rechazamos a Dios, Él esperará a que abramos la puerta...
Dios es prisionero de nuestra libertad. El Dios de la compasión no puede ejercer su compasión en el mundo sin pasar por nuestra inteligencia, nuestra sabiduría, nuestras capacidades y nuestro corazón. No es un Dios de violencia sino uno que invita y que espera con amor para darse a cada ser.
Carta de Jean Vanier, Diciembre 2009
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