De mi contacto cotidiano con los más pobres del Arca, en ellos y con ellos, he descubierto la esperanza de Jesús. Efectivamente, las personas taradas, los marginados, los aplastados y heridos me han enseñado más sobre el evangelio que los fuertes, los sabios y los prudentes. A través de su aceptación y su abandono, a través de la calidad de su corazón, a través de su confianza y su esperanza, me han enseñado a aceptar mi propia debilidad y a no pretender ser fuerte y capaz. Me han hecho ver cuán cierto es que en Jesús podemos encontrar una verdadera esperanza y ponernos en el camino de la curación interior. Me han evidenciado que, para crear una sociedad más justa, es preciso que comienza yo mismo por hacerme más amante y más auténtico. Me han revelado que ese mundo justo se hace poco a poco, a base de gestos cotidianos de amor. No se trata de hacer grandes cosas sino de hacer cosas pequeñas con un amor cada vez más grande que extraiga su fuerza del corazón de Dios.
La lucha que estamos llamados a mantener es una lucha contra el mal que habita en el mundo y en nosotros mismos; pero es una lucha que debe brotar de la certeza de que Jesús nos ama y nos guía: "No temas: Yo estoy contigo".
Jean Vanier, No temas amar, P 12.
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