Una vez fui abordado en una calle de Trosly por un hombre del pueblo, grande y fuerte, que estaba fuera de sí. Daba voces contra El Arca, contra las personas con una deficiencia a las que detestaba, y contra mí mismo, que era igualmente detestado. Me mostraba el puño e intentaba darme miedo. Lo consiguió: tenía mucho miedo; mi corazón latía terriblemente. Pero, al mismo tiempo, era incapaz de huir. Estaba como clavado en el suelo. Me golpeó con su puño en la oreja, pero no demasiado fuerte pues hubiera podido tumbarme. Me escuché a mí mismo diciendo "puede golpearme una vez más si quiere". Él me miró con estupor. Hubo un silencio, después me tendió la mano y me invitó a entrar en su casa. Mi cuerpo temblaba pero le seguí. Había tenido mucho miedo pero no lo había manifestado a causa de una fuerza que provenía de otra parte, y fue él quien acabó con esta situación de violencia.
No digo que un hombre decidido a matar se achante siempre ante la no violencia. Hay tantos casos singulares. Todo lo que yo se es que si se trata a un hombre violento como a un humano y no como a una bestia feroz, hay posibilidades de que responda como un humano. Estro implica que no hay que darle miedo y que se intente dialogar con él como un ser humano. Pero no tener miedo y no dar miedo no es una cuestión de voluntad. Se trata de una fuerza que viene de fuera, de lo alto.
Jean Vanier, Cada persona es una historia sagrada 232
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por compartir tu comentario