Siempre me han impresionado las palabras que dice el rey a sus servidores cuando les manda buscar a los pobres y a los lisiados: " ¡ A todos los que encontréis, invitadlos a la boda!". Invitan a toda la humanidad a la fiesta. No estamos hechos para estar tristes, para trabajar todo el tiempo, para obedecer seriamente la ley o para luchar. Estamos invitados a la boda. Y nuestras comunidades deben ser signos de alegría y de fiesta. Si lo son, siempre habrá personas que se comprometan. Las comunidades tristes son estériles, no tenemos una alegría plena, pero nuestras fiestas son pequeños signos de la fiesta eterna, de las bodas a las que estamos invitados.
La Comunidad, P 355
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