La falsa comunión

Me acuerdo de Alix, una joven que era asistente en El Arca. Le pregunté cómo había vivido su infancia. Me dijo que era de una familia muy unida, que se entendía bien con sus padres. Su familia era muy religiosa, muy considerada por las autoridades eclesiásticas. Entonces le pregunté qué estudios hacía. Me lo dijo. Le pregunté más aún: "¿Por qué has escogido ese camino?". Ella me respondió: "Es mi madre la que quería que hiciera esos estudios". En la medida en que la conversación fue prolongándose, me di cuenta de que hacía todo lo que su madre quería y que ella no sabía ni quién era ni qué deseaba. Es de temer que esta joven encuentre en su vida muchas dificultades para entrar en una verdadera comunión, pues lo que vivió con su madre era manipulación.

Esta joven estaba, de hecho, profundamente herida, con una herida de las más graves, desgraciadamente muy extendida, la de la falsa comunión que le impedía tomar las riendas de su vida y ser lo que ella quería: un sujeto, una persona libre.

 Jean Vanier, Cada persona es una historia sagrada, P 65

 

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