El reconocimiento de la acción de Dios en la vida comunitaria exige una fidelidad muy grande.
Lejos de engendrar un cierto "dejarse llevar" o una actitud de "no te preocupes, Dios proveerá", el reconocimiento de que Dios ha velado siempre por nosotros, exige que permanezcamos aferrados a lo esencial de nuestra vocación. Dios no vela más que en la medida en que, con audacia, uno trate de permanecer fiel. Dios responde a las necesidades sólo en la medida en que nosotros trabajamos, y hasta duramente, para encontrar soluciones reales. A veces espera que hayamos llegado hasta el final de los medios humanos para responder a la llamada.
Jean Vanier, La Comunidad, P 172.
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