La vida en el Arca es exigente. Lleva consigo muchas renuncias. Un salario menor, muchas horas de trabajo, renunciar a algunos bienes culturales y a ciertas amistades. Pero se recibe mucho más: una vida comunitaria, el descubrimiento de que se es amado, que la vida tiene sentido y que la fe, la competencia y el compromiso social están unidos. El Arca es un lugar de crecimiento humano y espiritual.
El Arca es un don para nuestra época en la que cada vez más gente se siente seducida por la tecnología, los conocimientos intelectuales y científicos: olvidan el corazón y lo humano o se sumergen en la tristeza y la desesperación. Con frecuencia, nuestra sociedad pretende suprimir a los más débiles con el pretexto de que molestan y de que cuesta muy caro mantenerlos. A través del Arca, Dios nos quiere recordar el sentido más profundo de nuestra humanidad: estamos hechos para amar y para poner todas nuestras capacidades al servicio de la construcción de una sociedad más acogedora en la que cada uno encuentre su lugar.
Jean Vanier, Amar hasta el extremo P 8.
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