El orgullo destruye la comunidad; la humildad la construye.
La humildad es reconocer en el otro lo que es hermoso, el don de Dios; es reconocer nuestras propias tinieblas, nuestra suficiencia que empaña nuestras buenas acciones y nuestra búsqueda del primer puesto; es reconocer que necesitamos a Jesús para liberarnos de ese orgullo que llevamos pegado a la piel.
Jean Vanier, Amar hasta el extremo, p 56
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