Lavar es limpiar. Jesús lava los pies de sus discípulos como una señal de que está limpiando sus corazones, que es el signo de la indulgencia.
Nunca es fácil ejercer la autoridad. Aquellos que la ejercen por rutina -padres, maestros, curas- pueden ser demasiado controladores o bien tener demasiado miedo de intervenir, por temor al conflicto y a meterse con la libertad ajena. Los que dirigen pueden equivocarse con mucha facilidad. Cuando uno está en el lujar de jefe, no es fácil ser sabio, misericordioso y, al mismo tiempo, firme. A menudo se es criticado y atacado verbalmente. ¡Qué difícil es aceptar a los que nos critican! Fácilmente construimos muros que nos protegen de quienes se nos oponen. Nos sentimos inseguros y temerosos ante el conflicto. No siempre queremos lavar los pies de quien se nos opone, como Jesús lavó los pies de Judas.
Jean Vanier, El misterio de Jesús, P 193
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