Encontrar a Jesús en el que está herido exige que se vaya a él con un profundo respeto. No basta ir con un sentido de obligación, por habernos mandado Dios que visitemos a los pobres; hemos de amarles de verdad.
Mirar. Escuchar. Tocar a la persona herida, tocar su mano, hacerle comprender que nos tiene cerca. De detenernos a mirar, nos llevará luego el Espíritu a escuchar, y finalmente a tocar, cuando nos hace salir de nuestra cultura, de nuestro estilo de vida, de nuestro modo de pensar, de la importancia que damos a cierta forma de educación. Poco a poco va derribando todas estas cosas, y nos permite escuchar y mirar a los demás sin temor.
Jean Vanier, No temas amar. P 88
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