Todos podemos imaginar que si tuviéramos más dinero, más influencia y más poder, seríamos capaces de enderezar el curso de las cosas y tener más felicidad. Esta tentación me resulta muy familiar, porque muchas veces la siento en mí mismo tanto como en mis propias comunidades. A veces es más fácil para mí aceptar la experiencia de ser reconocido por un libro que escribí o una charla que dí, que simplemente sentarme, pobre y humildemente, y compartir mi vida tiernamente con mis hermanos del Arca.
El mensaje de Jesús es claro: permanecer cerca de la gente, especialmente de aquellos que están solos, débiles y necesitados; ser su amigo, su hermana, su hermano. Tal vez no podemos vivir todos con los carenciados de nuestra ciudad o con lo más oprimidos, pero podemos entablar una amistad con alguien débil, una señora mayor que padece el Mal de Alzheimer o un muchacho enfermo de Sida.
Jean Vanier, El misterio de Jesús, p 196.
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