Hablarles de Dios

Es indispensable que los padres no estén solos ante sus hijos. Si están solos, el niño los identifica con la fuente de todo, con Dios: los convierte en ídolos y no en íconos. El niño no acepta que haya algo en ellos que no sea bueno. Si, por el contrario, sus padres le introducen en el misterio de Dios, el niño descubre que sus padres pueden pedir perdón al niño cuando tienen ellos la culpa de algo. El niño y sus padres están juntos delante del Padre como hermanos y hermanas; oran juntos y pueden pedir perdón a Dios.
Gracias a que el niño descubre un absoluto en su relación con Dios, puede aceptar la relatividad de las relaciones humanas, en particular con sus padres. Descubre que las relaciones interpersonales no son ni ideales ni imposibles. Descubre que Jesús es el Buen Pastor que le ama y le perdona, que es el que le conduce y le sostiene realmente; el que permanece siempre fiel. Este amor de Dios vivido en la Iglesia no es un ideal imaginario; es una experiencia interior. 
 Jean Vanier  - Hombre y mujer los creó, P 38
  

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