En otra comunidad del Arca hemos acogido a Yvette que venía de un centro psiquiátrico. Tenía unos diez años y había sufrido muchos rechazos. Siempre le habían llamado "la niña loca". Su corazón se escondía detrás de muchos gestos agresivos y antisociales. Hizo falta tiempo para que el responsable de la comunidad descubriera su delicado corazón de niña. Ivette no estaba dispuesta a ofrecerle su confianza de golpe. Cuando uno ha sido muy herido no se abre fácilmente; se desconfía de las buenas palabras, de las personas que tienen un aspecto amable. No se quiere revivir un nuevo abandono, por lo que más vale no iniciar nuevas relaciones; uno se esconde, se encierra en sí mismo.
Más tarde, Ivette comenzó a verificar el amor que se le manifestaba, haciendo muchas trastadas y huyendo: "¿Estás unido a mí de verdad? ¿Verdaderamente me amas?". Después llegó el día en que la niña inocente que había en ella se atrevió a creer que era amada y aceptó la ternura; y abrió la puerta de su corazón. Pero enseguida la volvió a cerrar. Sin embargo, durante un instante había saboreado por vez primera la alegría de la comunión con otra persona. Algunos días más tarde se atrevió a volver a la ternura: comenzó entonces a jugar al escondite, a una especia de vaivén, hasta el día que pudo abrir casi totalmente su corazón. Encontró la paz. Aceptó el diálogo. Tuvo confianza en los adultos. Actualmente se sabe amada y apreciada, y se siente como en su casa; aprende a amar y a servir a los que son más pequeños que ella.
Jean Vanier, Hombre y mujer los creó, P 34
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